lunes, 27 de septiembre de 2010

Danbury Railway Museum.

Una de las cosas que uno puede encontrarse en Google cuando teclea y busca el nombre de esta ciudad, es su museo del ferrocarril. El otro día tuve la ocasión de visitarlo.

Vista del museo, con el cartel en la entrada.

La visita fue muy curiosa. En la taquilla nos atendió una señora jubilada (muy maja, por cierto), y nos dijo que la visita guiada acababa de comenzar, pero que no nos preocupáramos, ya que el guía era su marido. El señor en cuestión (también encantador), llevaba una gorra roja con su tarjeta de identificación enganchada en ella, era un jubilado de la compañía de ferrocarriles de New Haven al que, obviamente, le encantaba el mundo del tren.

Se le entendía bastante bien, teniendo en cuenta que usaba muchos términos técnicos, y lo cierto es que hizo la visita de lo más agradable. Hablaré de los trenes más curiosos y de los datos anecdóticos que nos comentó.

Boston & Maine ALCO 2-6-0 Mogul 1455 (lo había apuntado, ¡quede claro! -no soy tan friki-).

Una auténtica maravilla, la única de su clase que no se transformó en chatarra.

Una locomotora de verdad, de las del tipo de El maquinista de La General. Antes que nada, destacar el tamaño de las ruedas, ¡son enormes! Luego, en la "cabina", había dos asientos: uno para el ingeniero (que controlaba la transmisión y la potencia) y otro para el bombero (que en caso de ver humo en alguno de los vagones -por falta de engrase en alguno de los ejes, principalmente- hacía sonar una campana).

La mítica caldera, cuya puerta es realmente pequeña. Sólo me faltaba el sombrero de ferroviario de la época para vivirlo aún más.

El vagón de los correos.

Sin duda la joya de la corona del museo, completamente restaurado, y con una gran cantidad de detalles de la época.

Railway Post Office, o RPO, como se solía designar a estos vagones en la jerga ferroviaria.

Repletos de trabajadores clasificando las cartas en su interior, así es como solían estar, y es que realmente era una oficina postal de lo más completo. Como detalle curioso, decir que había una ley que obligaba a que al menos una de las personas que viajase a bordo del RPO fuese armada.

Pero, dejando a un margen las armas, vamos a lo curioso del tema. Como todos sabemos, antes del desarrollo de la aviación y la masiva proliferación del automóvil, el medio de transporte por excelencia en este país era el tren. Como para realizar un viaje en un tiempo decente no podía detenerse en todas las paradas de la línea, a alguien se le ocurrió una genial idea para poner las cartas de las localidades de tamaño más reducido a bordo.

El correo se metía en un saco, que se colocaba en una especie de poste al lado de la vía. Las cartas estaban más bien a los bordes, ya que en el centro había un "cinturón" de cuero para hacerlo más estrecho.

Foto del poste. Una imagen vale más que mil palabras.

Luego, para subirlo a bordo, este vagón tenía una especie de gancho que se extendía hacia el exterior. Para ello había que abrir la puerta, y la persona responsable debía mantenerlo en posición horizontal.

Detalle del gancho, bajado, en este caso. Una vez más, se capta mejor la idea simplemente viendo la foto.

Al ir circulando a una cierta velocidad, el saco quedaba enganchado al final del gancho, ya simplemente había que tirar de él y meterlo para dentro. Es increíble pensar en la sencillez y, al mismo tiempo, eficacia del invento.

Para dejar el correo en las localidades en las que no había parada, sin embargo, el sistema no era tan "sofisticado".

Una patada al bulto al pasar por allí, y ¡listo! Literalmente, la señal dice: "Atención. Cuidado con la bolsa de correos cuando pase el tren."

Por último, y para corroborar el dicho ese de que "el mundo es un pañuelo", hablaré del FCD railbus. Este ejemplar, en concreto, nunca se destinó al transporte de pasajeros, sino a transportar mercancía (pólvora, en concreto) dentro de una fábrica en Connecticut.

El railbus, en un estado todavía deplorable. Hay que pensar que las labores de restauración del material rodante se llevan a cabo por voluntarios, que no ven un duro por su trabajo.

Lo curioso, decía, es que unos cuantos ejemplares como éste fueron vendidos a España, y operaron en la línea del FEVE. De hecho, uno como exactamente igual, pero pintado con los colores del FEVE de la época -y obviamente acondicionado para el transporte de pasajeros-, puede verse en el museo del ferrocarril de Gijón.

He de ir otro día por allí, a ver qué más material tienen por allí aparcado...

1 comentario:

  1. no esperaba menos de ti rubén.. jajajaja!
    ahora en serio, sólo te falta la foto con el gorro!! :)

    ResponderEliminar