lunes, 6 de diciembre de 2010

Portugués y castellano.

En Danbury, a pesar de ser una ciudad de reducida dimensión, es posible encontrarse con población inmigrante de una gran cantidad de lugares. Personalmente, me llamó la atención la existencia de una importante comunidad lusófona (tanto portuguesa como brasileña) así como hispanohablante.

Especialmente curioso fue conocer a Luisa, una mujer de Chaves que emigró del país vecino hace ya 20 años (o 30, lo cierto es que ahora no me acuerdo, así que mejor tirar por lo bajo). Después de ese tiempo, resulta impresionante ver como determinadas expresiones se adhieren a la mente por su uso repetido, como la muletilla "Yeah!". En todo caso he de reconocer que es un placer ir a hacer la compra y estar un rato de conversación con ella, por supuesto en portugués -digamos gallego-portugués-.

Una gran parte de los emigrantes portugueses que vinieron a los EE. UU. se encuentra en esta zona nor-oriental, siendo también el caso de una pequeña comunidad brasileña.

El club social "Casa do Benfica", un lugar de culto al fútbol en Danbury. Por lo visto hasta que Portugal se cruzó con España en el mundial, la gente salía a la calle gritando de alegría.

Una sucursal de la entidad financiera "Espírito Santo", en el centro de Danbury.

Con respecto a los hispanohablantes, decir que existe una mayor diversidad de orígenes, predominando la comunidad ecuatoriana, con aproximadamente una presencia de 5.000 miembros.

Además, muchos de los empleados de la universidad son hispanos, lo que facilita la comunicación en determinados momentos, y siempre es bueno estar un rato de conversación también en castellano, teniendo en cuenta que en mi ambiente más cercano nadie habla español como primera lengua.

Me aproveché de esta situación también en lo referente a irme a cortar el pelo. Después de la odisea francesa de explicar cómo quería que me lo dejasen, decidí ir a una peluquería donde los empleados hablasen castellano. ¡Una complicación menos!

He aquí la prueba de la adaptación de los comerciantes a la realidad trilingüe.

¡¡Para que luego digan los profesores de inglés que es necesario aprender esta lengua para moverse por el mundo!!

sábado, 4 de diciembre de 2010

El coche (II).

Como ya apunté anteriormente, aquí el coche es algo omnipresente: si no tienes un vehículo a tu disposición lo tienes difícil para moverte. No es que allí no dependamos también del coche, ya que en los pequeños núcleos de población situados en zonas rurales su uso es vital, pero es que aquí, en una ciudad de 80.000 habitantes, se necesita tanto o más.

Las nuevas formas de comercio, con los gigantescos minoristas como Wal-Mart®, Target®, etc., hace que estos se sitúen donde el precio del suelo es más barato, debido a la superficie de sus locales y, ante la imposibilidad del pequeño comercio de competir en precios y/o variedad, uno necesita desplazarse distancias relativamente elevadas para ir a comprar cualquier cosa que necesite.

Además, hay que destacar que la gente aquí normalmente vive en casas, con una pequeña propiedad alrededor, por lo que las ciudades no crecen a lo alto, sino a lo ancho.

Por todo esto se puede pensar que el uso del automóvil es indispensable, claro que muchas veces también se abusa:

El buzón adaptado al coche.

¿A quién le apetece bajarse del coche a echar una carta si hace mucho frío/calor fuera? Por no hablar ya de hacer cola en la oficina postal. En un esfuerzo de moverse aún menos, he aquí la invención que pone fin a este problema.

Aproximarse, abrir la ventanilla... ¡y listo!

Conste en acta que por el otro lado también tiene la ranura para depositar una carta de la manera tradicional, solo faltaría estar echando una carta al correo y que nos arroyase un coche...

El cajero automático para usar desde el vehículo.

A pesar de la omnipresencia de cajeros automáticos en este país, pudiendo encontrarlos a veces dentro de restaurantes y tiendas de ultramarinos, la solución pasa siempre por otros medios: usando el coche.

Ir al banco aquí no implica buscar un sitio donde aparcar. Aunque si tardamos mucho con nuestras gestiones, a lo mejor en lugar de ponerse a suspirar, la persona que esté detrás de nosotros comienza a darle al claxon.

Hay que destacar que no sólo tenemos la opción de usar un cajero automático (ATM, como se conocen aquí), sino también de realizar gestiones con una persona al otro lado de la ventanilla -véase el carril izquierdo-, al más puro estilo de toda la vida.

Restaurantes "drive-thru".

Aunque también se ven en España (caso del McAuto®), aquí abundan mucho más. Resulta curioso comprobar como se cumple el estereotipo de los policías comprando donuts, encontrándose uno a veces tres coches-patrulla haciendo cola cuando se produce el cambio de turno.

Al hablar con la gente, mucha comenta que son especialmente útiles cuando uno se va al trabajo por la mañana y, para desayunar, para a comprar algo de camino, ganando tiempo al no tener que bajarse del coche.

Un cliente satisfecho saliendo de comprar donuts.

En definitiva, si bien todas estas facilidades están bien pensadas, su uso excesivo me parece perjudicial para la salud. Cuanto menos se hace, menos se quiere hacer.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Todo lo que siempre quiso saber pero nunca se le ocurrió preguntar.

Ante la cantidad de pequeñas cosas que uno encuentra diferentes en este país, me he decidido a hacer una pequeña lista ellas. Quizás algunas sean conocidas por la mayor parte, pero no estoy tan seguro sobre otras.

1º Sistema anglosajón de unidades.

Lo que implica que aquí no se usa el sistema métrico decimal; así, galones, libras, millas por hora y yardas pasan a ser los términos usados al hacer la compra, conducir o ver un partido de football.

2º Grados Fahrenheit.

Choca un poco ver en el pronóstico del tiempo que en pleno mes de noviembre la temperatura va a ser de 39º, pero pronto se da uno cuenta de que justo al lado de la cifra aparece la letra F -o sea, 39ºF-.

3º Millas por galón.

El ratio que usan para medir el consumo de gasolina que hace un coche es, hasta cierto punto, más lógico que el de litros/100km. En todo caso, la cifra, a bote pronto, aporta aún menos información que la temperatura en ºF.

4º Números.

Los millares se separan con comas (,) y los decimales con puntos (.). Son necesarios dos meses para comenzar a darse cuenta al escribir, ¡y eso que lo llevamos viendo toda la vida en las calculadoras! Además, el billón americano equivale a mil millones (10^9), y no a un millón de millones (10^12). Ocurre algo similar en francés, sólo que ellos lo llaman millardo (también, 10^9).

Todo esto viene a cuento de que es habitual oír hablar de estas cantidades en clase de finanzas.

5º Teclado.

A pesar de que el teclado es básicamente el mismo en lo referente a la posición de las letras (cosa que varía bastante en el caso francés), los símbolos son otra historia. ¡Hacer una suma en Excel® puede llegar a llevar mucho más de lo habitual!

6º Enchufes.

Las conexiones son planas, y algunos de ellos traen una tercera patilla, que es la toma de tierra. 

Enchufes de la cocina, integrados con un interruptor. Nótese que tienen una tecla de prueba, ya que al estar cerca del fregadero, traen un diferencial incorporado.

Es especialmente importante pensar en este tema antes de venir a los Estados Unidos ya que, si bien la mayoría de los dispositivos electrónicos vienen preparados para el voltaje americano (110V), es necesario traer un par de adaptadores para poder usar nuestros aparatos.

Imagen de uno de mis adaptadores. Ojo, que algunos tienen los orificios muy pequeños y a veces no se pueden usar con enchufes más gruesos, como los de los cargadores de ordenadores.


7º Fechas.

Aquí el mes va primero, lo que es bastante fácil de deducir cuando éste es escrito en letras, pero no tanto cuando se escribe con números arábigos.

1 de diciembre de 2010 = 01/12/2010 = 12/01/2010

8º Semana.

Empieza el domingo, como en Portugal, y así es como aparece en los calendarios. Otra de las cosas que puede confundir a alguien recién llegado.

9º Propinas. ¡¡ATENCIÓN!!

A diferencia de en España, donde ésta es una deferencia por el buen servicio recibido, aquí es socialmente demandada. El caso más evidente es a la hora de ir a comer a un restaurante: si pagamos con tarjeta de crédito nos cargarán automáticamente un 20% sobre el total de la cuenta, en concepto de "tip". Hace unos años -en 2005, aproximadamente- el porcentaje generalmente usado era del 15%, pero de un tiempo a esta parte se ha incrementado al 18% y actualmente el 20% puede considerarse lo habitual. Un pequeño truco para estudiantes: en los restaurantes fast-food, donde uno se lleva su comida a la mesa en la bandeja, no se deja propina.

10º I. V. A.

El Impuesto sobre el Valor Añadido, conocido a este lado del charco como el "tax", no se incluye generalmente en el precio mostrado en las tiendas. Si por ejemplo vamos a comprarnos unos pantalones que cuesten $39.95, mejor no apresurarse a sacar solo dos billetes de 20, habrá que ir a por calderilla para pagar al Tío Sam.

11º Dólar.

La moneda por excelencia tiene, desde mi punto de vista, un aspecto positivo y otro negativo. La parte que menos me gusta es que, si bien hay monedas de $1, lo general es usar billetes, por lo que la cartera puede ir repleta hasta los topes con billetes y el valor total del fajo no ser superior a $20. Sin embargo, lo bueno es que uno puede llevar relativamente bastante dinero y no delatarse fácilmente, ya que todos son idénticos en tamaño y color. No es así en el caso del euro, donde una "sábana" de 100€ es vista por todas las personas del establecimiento donde estemos comprando, por no hablar de esa gente que saca el "Bin Laden" e ilumina la tienda de color rosa.

Con el tiempo uno da por hecho todo esto pero... ¡habituarse cuesta lo suyo!

lunes, 29 de noviembre de 2010

Los horarios americanos.

Como todo el mundo sabe, las horas a las que se come, así como los horarios de apertura de los establecimientos comerciales, varían en función del país en que nos encontremos. Para echarle un ojo a como funciona la cosa por Francia y así comparar, he aquí un hipervínculo al blog de Martín.

En los Estados Unidos se puede decir que no hay una lógica que conecte estos dos aspectos de la vida diaria, o por lo menos eso me parece a mi.

Las horas de las comidas.

Desayuno. Como es obvio, en el caso de los estudiantes esto depende del horario de cada uno, pero a base de comentar con la gente, se puede decir que el intervalo habitual es entre las 8.00 y las 10.00 (siendo esta última hora ya bastante tarde).

Almuerzo. Se suele tomar a mediodía, es decir, sobre las 12.00 y 12.30, y es la hora que más se respeta.

Cena. Esta es la parte que a mi no me coincide. Se toma sobre las 18.00, e incluso a las 17.30. A la vista de la hora del desayuno, uno puede pensar que es temprano, y de hecho lo es. Lo que hace la mayoría de la gente es que cena "fuerte" a esa hora y luego toma algo más ligero entre la cena y la hora de irse a la cama (que suele ser sobre las 23.00 o 24.00).

La hora de cenar es algo a lo que yo no me he podido acostumbrar, si bien la regla que rige es "comer cuando uno tiene hambre", por lo que cada quien es libre para hacer lo que quiera. De hecho, es por esto mismo que uno tiene una sensación de descontrol, pero es que no hay unos horarios rígidos a los que uno se pueda/tenga que adaptar.

Los horarios comerciales.

"El consumidor es el rey", y esto aquí es más cierto que otra cosa. Por nombrar un par de casos que me resultan familiares, decir que tanto el supermercado como el banco abren los 7 días de la semana. Uno puede ir a hacer la compra desde las 6.00 hasta las 24.00, salvo el domingo, que la apertura se demora hasta las 7.00. En el caso de la sucursal bancaria, el horario de atención al público es de 10.00 a 19.00 de lunes a viernes, 10.00 a 16.00 los sábados y "tan solo" de 11.00 a 16.00 los domingos.

Vamos, que no hace falta madrugar mucho para ir a gastar/gestionar nuestro dinero. Resulta curioso, sin embargo, comprobar que en lo relacionado con la parte administrativa de la universidad, la hora de cierre suele ser hacia las 16.00.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Nueva York (tercera parte).

Esta ciudad daría para estar escribiendo toda una vida, ya no solo por lo que tiene, sino por todo lo que seguramente va apareciendo (y desapareciendo).

El caso es que este domingo nos acercamos hasta la Gran Manzana para hacer algo de turismo, pero tranquilamente. Nos hubiera gustado visitar el Metropolitan Museum of Art, pero lo cierto es que el tiempo pasa tan deprisa cuando uno está en Nueva York, que al final no nos dio tiempo.

En todo caso, sí que visitamos lugares míticos, así que haré un breve resumen.

La estatua de la Libertad.

Lo cierto es que de cerca impresiona más de lo que hubiese podido pensar. No es demasiado alta -desde mi punto de vista-, pero sí tiene un color muy particular. Desgraciadamente, para subir hasta el pedestal hay que pagar una cierta cantidad extra, y lo de las películas, eso de entrar hasta dentro la corona y/o antorcha... es ya historia.

Primer plano del monumento americano por excelencia.

Ellis Island.

La isla a la que llegaban una gran parte de los emigrantes europeos alberga varios puntos de interés. El Museo de la Inmigración es especialmente interesante, ya que cuenta con muchos objetos de la época, así como explicaciones varias de los procesos de reconocimiento médico a los que eran sometidos estas personas. Además, también continúa allí el hospital en que aquéllos que padecían enfermedades infecciosas eran puestos en cuarentena.

Imagen del Great Hall, hito de la historia reciente norteamericana. Era en esta sala donde los inmigrantes eran inscritos en los registros pertinentes.

Como anécdota, destacar que tanto en el propio museo -en unos ordenadores habilitados a tal efecto- como a través de la web, uno puede introducir el nombre y apellidos de alguna persona conocida que emigrase en esa época a los EE. UU., o bien simplemente buscar su propio apellido, para ver si hay alguien que coincida con nuestros datos personales.

Por último, dejando ya a un lado la parte "seria" de la entrada, uno de los lugares más conocidos/fotografiados/populares del mundo:

Times Square.

Es aquí donde uno comprende el porqué del sobrenombre de Nueva York: la ciudad que nunca duerme. Está lleno de turistas a casi todas las horas (inciso: desierto a las 6:30 de la mañana el lunes que volví de Canadá), y gracias a que han hecho peatonales algunas de las calles de este cruce, se puede decir que es posible caminar tranquilamente.

Todo tipo de tiendas de ropa, juguetes, souvenirs, establecimientos de comida rápida... hacen que esta parte de la ciudad sea completamente una locura, especialmente con todos los paneles luminosos. Merece mucho la pena visitar Times Square por la noche, es realmente una americanada.

Vista de la actividad nocturna un día "tranquilo" en Nueva York.

Por cierto, comentábamos hoy que probablemente la gran cantidad de gente que generalmente se sienta en la grada que han puesto en Times Square se tuvo que ir a dar un paseo el día que grabaron el siguiente videoclip. Una canción más que habla sobre la ciudad más conocida del planeta.



jueves, 18 de noviembre de 2010

Cosas que sólo pasan en los Estados Unidos.

Determinadas situaciones solo se pueden vivir fuera del país de origen de cada uno. Trataré de explicar el porqué de la afirmación.

Hoy tuvimos una especie de acto formal en la universidad, relacionado con estudiar en el extranjero. Lo cierto es que no éramos muchos -pocos pero selectos-, y es que la experiencia de estudiar en un país diferente no parece atraer a muchos estudiantes en esta universidad. Dejando a un lado este hecho, la estructura de la reunión fue más bien clásica: americanos que hablan sobre sus experiencias en el extranjero y viceversa. Lo que me llamó la atención, por encima de todo, es que entre el público se encontraba el rector, una persona amigable y campechana que reconoció su error al no haber aprovechado la ocasión que se le había presentado en el pasado para realizar estudios fuera de los EE. UU. "Mr. President" no dudó en saludarnos personalmente y preguntarnos por nuestras respectivas nacionalidades.

Pero es que al salir de la reunión, nos acercamos hasta un local en el campus en que hay actuaciones gratuitas cada jueves. En él, los estudiantes de música -aquí considerada como estudio universitario-, teatro, o cualquier persona con algo que decir, van a compartir sus creaciones/aficiones -por ejemplo, interpretando canciones de artistas conocidos-. Lo curioso del tema fue encontrarse con uno de los vicerrectores cantando una canción, más bien lírica, en frente de un buen número de estudiantes de la universidad.

Recapitulemos: conocimos al rector (ese gran desconocido de la universidad española, que viaja en coche oficial y firma los títulos universitarios... ¡y ya!), estuvimos de cháchara con él... y vimos a un vicerrector cantando cual jilguero, como si se estuviese dando una ducha, delante del público. Vamos... en mi vida...

Para completar (de forma positiva) el surrealismo del día de hoy, en el mismo local de actuaciones, pudimos ver en vivo y en directo a Tony DeBlois, un músico estadounidense ciego y con el "síndrome del sabio" que toca 20 instrumentos y conoce de memoria alrededor de 8.000 canciones. Sencillamente, un prodigio.

Pues eso... que se puede decir que fue un día atípico... pero muy interesante a la vez.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Destino: Canadá.

Este fin de semana la cosa se terció bien -muy bien-, y aunque fue un poco una locura de última hora, el caso se que me acerqué al país vecino: Canadá.

El motivo principal del viaje era hacerle una visita a Alexandre, aunque colateralmente, uno siempre aprovecha para visitar lo máximo posible.

Ottawa.

La ciudad en la que él está de intercambio, es la capital de Canadá. No se trata de una megaciudad, como uno se podría esperar, y creo que eso es lo que la hace realmente en especial.

Parlamento canadiense, que por cierto está abierto a visitas, a diferencia del español, que parece estar blindado.


En la misma ciudad, nos encontramos con el Canal Rideau, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y que durante el invierno se convierte en la pista de patinaje más grande del mundo.

Vista de las esclusas. Como se ve, el canal estaba vacío aquel día.

Al ser Canadá un país con dos lenguas oficiales (inglés y francés), es lógico que estas dos se encuentren representadas en la vida pública, especialmente en la capital.

Señal de STOP, en inglés y francés. 

La vida diaria en un ambiente bilingüe no parece ser un problema para los canadienses -éstos no parecen ser tan ignorantes como los gallegos que reniegan de su propia lengua-, y de hecho esta disposición no sólo se ve por parte de la administración, sino también de los comerciantes.

"Abierto", de nuevo, escrito en las dos lenguas.

Para terminar la visita de la ciudad, obviamente, había que probar alguna especialidad culinaria de la misma. En este caso fue una "queue de castor/beaver tail", que se compra en un pequeño puesto en el Marché By/ByWard Market. Su textura y sabor recuerdan al de una torrija. Veredicto: muy bueno.


Montréal.

La visita a esta otra ciudad, ya en Québec, fue más bien exprés. Estuve en ella unas 12 horas, y puedo decir que aproveché bien el tiempo.

Recorrí las calles principales de la ciudad, e incluso tuve ocasión de salirme un poco del centro para visitar zonas como:

- El Mont-Royal: una montaña pegada a la ciudad, desde la que se tiene una vista panorámica impresionante del panorama. Menuda paliza me metí subiendo...

Vista desde el mirador, poco antes de que se hiciese de noche.

- El estadio olímpico: construido para albergar los Juegos Olímpicos de verano del año 1976, lo cierto es que su estructura impresiona aún hoy en día. La zona, por el contrario, es más bien residencial, y lo cierto es que está bastante muerta -o por lo menos eso fue lo que me pareció a mi-.

Vista desde cerca de la parada del metro.

Del centro de la ciudad, lo que más me llamó la atención fueron la cantidad de pasadizos subterráneos que existen -que hacen posible la vida en la ciudad cuando caen las temperaturas en invierno-, y la Basílica de Nuestra Señora de Montréal, lugar en que (tal y como me comentaron) Céline Dion contrajo matrimonio.

Vista del retablo, cuya iluminación lo hace todavía más vistoso.

Por último, toca hablar de comida, lo que en esta ciudad es sinónimo del restaurante "La Banquise". Éste es famoso por su "poutine", un plato que consiste en patatas fritas, con queso fresco en grano y salsa de carne. Vamos, que 0% materia grasa.

Y ahora sí, ya para terminar, dar las gracias tanto a Alex como a sus compañeras de piso, así como a Océane y a Lucile: ¡¡fue un fin de semana inolvidable!!

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Boston, MA y Washington, DC.

A pesar de estar en los EE. UU., al visitar tanto Boston como Washington (el D. C., como dicen por aquí) uno tiene una extraña sensación: se salen del estándar americano.

Boston.

Una de las ciudades estudiantiles por excelencia, sede de universidades de referencia a nivel mundial, como el MIT y Harvard.

Una parte del campus de Harvard, que no está exactamente en Boston, sino en Cambridge.


Al pasear por la ciudad, uno tiene la impresión de estar en el Reino Unido, y es que hay un número importante de bares y tabernas, especialmente por el centro. Cabe destacar la existencia de carriles-bici... algo verdaderamente atípico en este país.

Una de las calles de visita obligada es Newbury St., donde se encuentra una buena cantidad de tiendas y restaurantes. De la misma forma, Quincy Market, al lado del puerto, es también un lugar característico.

Como curiosidad destacar que es aquí donde se puede encontrar el que, según dicen, es el restaurante más antiguo de los Estados Unidos: el Union Oyster House.

A pesar de ser una marisquería, determinados productos de la carta son asequibles. Es el caso de las sopas de marisco, plato típico de la zona.


Washington, D. C.

La capital del imperio no decepciona. ¡Me encantó! Su arquitectura, su gente y, en general, el ambiente que allí se respira son verdaderamente únicos. Estuvimos en la ciudad tres días, y tuvimos la ocasión de conocer todas sus caras gracias a nuestro guía personal, Ethan, hermano de Edmund, y que estudia allí.

The National Mall.

Es la zona donde se concentran el mayor número de monumentos, museos y memoriales de la ciudad. Su distribución recuerda, salvando las distancias, a los Campos Elíseos, en París. He aquí una pequeña lista de puntos de interés situados en esta zona:

El monumento a Washington. Este obelisco, levantado en memoria del primer presidente de la nación, es lo único que destaca al mirar hacia el horizonte en la ciudad. Por lo visto, existe una ley que impide edificar con alturas superiores a la cúpula del Capitolio; de ahí que en el D. C. no se vea ningún rascacielos.

Monumento a Washington. Lugar donde mucha gente se saca la típica foto...

El Capitolio. Acoge las dos cámaras legislativas de la nación: la Cámara de Representantes y el Senado. Existen visitas guiadas gratuítas, que merecen mucho la pena, aunque sólo sea para ver la imponente cúpula desde dentro.

El Capitolio, visto de noche desde el equivalente al Tribunal Supremo.


El memorial a Lincoln. Uno de los monumentos que todo el mundo reconoce, tanto por ser el lugar desde el que Martin Luther King, Jr. dio su popular discurso de "I have a dream..." como por la película Forrest Gump. La vista desde el mismo es increíble, con el monumento a Washington y el Capitolio de fondo.


La Reflecting Pool con el memorial de Lincoln al fondo. Vista desde el memorial a los soldados americanos caídos durante la Segunda Guerra Mundial.

Museo Nacional del Aire y el Espacio. El museo favorito de la mayoría de las personas que visitan la ciudad. En él se pueden encontrar objetos únicos, hitos en lo referente a este campo, como el traje de Yuri Gagarin -primer ser humano en viajar al espacio-, el módulo de mando del Apollo 11, un Lockheed U-2 -como el que sacó las fotos de la instalación de los misiles en Cuba por parte de los soviéticos-, el Wright Flyer -el primer avión del mundo, construído por los hermanos Wright- y el mismísimo Espíritu de San Luis.

The Spirit of St. Louis, el avión pilotado en solitario por Charles Lindbergh, con el que cruzaría el océano Atlántico.


Dejando a un lado la zona del National Mall, también existen otros lugares de interés, uno de ellos especialmente importante:

La Biblioteca del Congreso. La más grande del mundo. Está compuesta por cuatro edificios, todos los cuales se sitúan próximos al Capitolio. Entre sus fondos, una de las Biblias de Gutenberg.

Fachada principal del Thomas Jefferson Building, el edificio más importante de la biblioteca.


Cambiando de tema, y centrándonos más en temas relacionados con la cerveza, hay que decir que en Washington se pueden visitar principalmente dos zonas (por orden de importancia):

- Adams Morgan. Uno de los barrios con más diversidad cultural de la ciudad, que cuenta con una buena cantidad de bares, para todos los gustos. Se puede llegar allí tomando el metro (que por cierto, en esta ciudad se llama Metro)... y es una visita obligada.

The Town Tavern, en Adams Morgan. Un lugar donde ir a jugar una partida de beer-pong*.

- Pennsylvania Avenue, entre las calles 3 y 4. Un lugar más tranquilo, pero lleno también de bares americanos.

Por último, y por ser la capital del país, es en el Distrito de Columbia donde se encuentran las embajadas de la mayoría de países. No puede evitar acercarme a echar un ojo a la de España. Esto fue lo que me encontré...

"Spain, World Cup Soccer Champion 2010".

Y es que detalles así son los que hacen que uno se sienta como en casa...

martes, 2 de noviembre de 2010

Diners, los auténticos restaurantes americanos.

Al pensar en comida americana, lo primero que se le viene a uno a la cabeza son las típicas cadenas de restaurantes de comida rápida, más conocida como "comida basura".

Es cierto que este país está plagado de ellos, pero afortunadamente también existen otras opciones para degustar lo que sería la versión "clásica" o de toda la vida de algunos de esos platos, y eso es en los diners.

Cartel del New Holiday Diner, en Danbury. Un punto de interés gastronómico de la ciudad, a tener muy en cuenta. Ojo que abre las 24h.

Vista exterior del edificio. Podría ser más típico si estuviese cubierto de chapas metálicas y luces de neón... pero vamos... que el secreto está en la comida.


Un diner, originariamente, era un restaurante "prefabricado" (tipo o carricoche que vai polas feiras, a onde moita xente vai tomar o café), pero la cosa fue cambiando a lo largo del tiempo.

A decir verdad, estos establecimientos se caracterizan por el exquisito sabor de sus comidas, el ambiente -muy agradable- y alta calidad del servicio en general, elementos que poco tienen que ver con las multinacionales de la restauración; aquí te lo preparan todo al momento, si bien el precio es algo más elevado. Además, es curioso el hecho de que se puede pedir cualquier plato que figure en la carta a cualquier hora. Ejemplo: tortitas para cenar, hamburguesa con queso para desayunar, etc. Si está en la carta, está en el plato.

Al entrar en uno de ellos, se tiene la sensación de estar dentro de una película, puesto que el decorado es bastante estándar en esta clase de restaurantes. A ver si os resulta familiar...

Vista general del restaurante, con los botes de ketchup sobre la barra y las típicas mesas con sus bancos a ambos lados.

Detalle de una de las mesas más grandes, con el table jukebox en la pared. Por 25¢ de dólar podemos poner a sonar la canción que más nos guste de la lista que figura en el aparato (solía ser menos... pero la inflación es lo que tiene...).

Para terminar, hablaré de mi plato favorito a la hora de frecuentar estos establecimientos: la hamburguesa con queso, siempre acompañada de patatas fritas y refresco de cola (soda, como dicen los americanos).

Nótese que se pueden distinguir todos los componentes de la hamburguesa a simple vista, cosa que no siempre sucede en los fast food.

Es acabar de escribir esto y estar hambriento, así que me voy a comer algo. Por cierto, casi se me olvida... la tarta de queso... ¡la bordan! (A este paso tendré que pagar exceso de peso en el avión... y no por las maletas precisamente...).

domingo, 31 de octubre de 2010

Halloween.

Este fin de semana es Halloween, fiesta típicamente americana que un estudiante de intercambio no se puede perder por nada del mundo. Lo cierto es que los preparativos habían comenzado ya hace unos días, con lo del pumpkin patch y la compra del disfraz, pero me voy a centrar más en las generalidades del asunto.

Pumpkin carving (talla de calabazas).

Uno o dos días antes de esta fiesta, se suelen tallar las calabazas, para transformarlas en lo que se conoce como Jack-o'-lanterns. Se puede optar por múltiples diseños, y existen una gran variedad de plantillas para descargar e imprimir en internet. Yo, por ser la primera vez, elegí algo más bien clásico; sin embargo, una de las estudiantes internacionales, por ejemplo, optó por innovar.

Nuestras calabazas, luciendo ya sus mejores galas. De izquierda a derecha: la de Anne, la de Essi (nótese que se trata del logo de Batman) y la mía.

Mi calabaza con luz en el interior. Así acongoja un poco más, ¿verdad?

Brujas = Salem.

Al pensar en Halloween, uno visualiza principalmente dos cosas: calabazas y brujas. El caso es que, referente al segundo punto, tuvimos la suerte de que una de las asociaciones de alumnos de la universidad (PAC) organizase un viaje de un día a Salem, Massachusets, donde en 1692 se llevaron a cabo los famosos juicios por brujería.

Placa conmemorativa de tales hechos.

Visitamos el Salem Witch Museum, una especie de "museo" donde asistimos a una presentación/explicación de cómo se llevó a cabo el proceso.

Vista de la fachada, aunque en obras, del museo.

Debido, probablemente, a la época en que visitamos la ciudad, lo cierto es que me llevé la impresión de que está demasiado explotada comercialmente. Cabe destacar el gran número de tiendas de artículos de brujería -tipo tiendas celtas- donde venden incienso, piedras de cuarzo, colgantes de trisqueles, y demás historias similares.

Los disfraces.

A priori se puede pensar que los disfraces que la gente luce por Halloween son todos de los que meten miedo, pero nada más lejos de la realidad. En una gran parte de los casos vemos también gente disfrazada de personajes más ligados al carnaval, como payasos, animales, o incluso botellas de cerveza.

Me llamó la atención que, incluso haciendo bastante frío (alrededor de 10ºC), muchas chicas lucían vestidos más bien cortos, por no decir cortísimos -vamos, que eran más cinturones anchos que mini-faldas-. Y es que en este país a las mujeres (no a todas, pero a una buena parte) les encanta exhibirse. Creía que los de los clubs era una excepción, pero no es así; en caso contrario no es posible explicar como aguantaban estoicamente la temperatura, con tan poca ropa encima.

Disfraces femeninos, típicamente americanos. Ésto es lo que uno se encuentra por la calle durante estos días.

Como se aprecia, la cantidad de tela es radicalmente inferior de cintura para abajo.

También existen disfraces para los más pequeños con, aproximadamente, la misma cantidad de tela que los de las mujeres. Son realmente "riquiños":

Bebé perrito-caliente.

Bebé langosta.

Niño/a calabaza. Un clásico.

Por último, decir que me resultó chocante la cantidad de mascotas disfrazadas para la ocasión, algunas de ellas muy bien caracterizadas por sus dueños.

El perro calabaza, también uno de los clásicos estadounidenses.

El perro pirata, que llevaba el sombrero con estilo, como se puede ver.

La perra "bailarina oriental". Digo perra porque espero que los dueños hayan pensado en la dignidad del pobre animal.

La comida.

Como suele ser habitual, todo acontecimiento suele estar caracterizado por la existencia de algún plato relacionado con él. En el caso de Halloween, dos son los productos:

> Candy corn.

Es puro azúcar, y si tiene algún sabor yo no soy capaz de identificarlo. Desconozco el porqué del nombre, aunque imagino que será por la forma de la golosina.

Bolsita de candy corn en una de las tiendas en Salem.

> Pumpkin pie.

La calabaza, obviamente, tenía que estar presente en la gastronomía de esta época del año. Se trata de una de las típicas tartas americanas sobre las que ya he hablado, cuya traducción sería más similar a "empanada" de lo que a tarta, aunque en este caso en concreto no va recubierta de masa. Su textura es muy peculiar, y su gusto es también característico. No es que sea el sabor que más me agrade, pero se deja comer.

Pumpkin pies listas para ser devoradas por los participantes de un concurso en mi residencia. El que se comiese media tarta en menos tiempo ganaba una tarjeta-regalo de $25 de Stop&Shop®. Sí, ya sé, sin comentarios.

¿Qué más se puede añadir? Ah sí, que lo de ir de casa en casa llamando a la puerta y haciendo la típica pregunta de "Trick or treat?" suele hacerse hasta los 12 ó 13 años, máximo. Hemos llegado tarde para ir por ahí pidiendo caramelos...

martes, 26 de octubre de 2010

Las cataratas del Niágara.

Justo en la frontera con Canadá, conectando los lagos Ontario y Erie está este maravilloso paraje. Lo cierto es que lleva su tiempo llegar allí desde Danbury, pero como parte de la familia vino a hacerme una visita (excusa perfecta para tomarse unas vacaciones), alquilamos un coche y nos pusimos en marcha.

Uno de los "monstruos" que se pueden encontrar por las autopistas norteamericanas.

Nos llevó unas siete (7) horas la ida y otras tantas la vuelta... parece que no, pero uno termina hasta las narices de coche. En todo caso, creo que ha merecido la pena, era ahora o nunca.

Afortunadamente, y a pesar de que la empresa del coche no tenía GPS disponibles para alquilar, Tim -uno de mis compañeros de piso- nos prestó el suyo... ¡fue todo un detalle!

El TomTom®, que pasará a ser conocido de aquí en adelante como TimTom entre los miembros de la familia. 
Por cierto, estaba en castellano y con las distancias en kilómetros.

Una vez allí, en la ciudad de Niagara Falls, lo primero que hicimos fue montar en el Maid of the Mist, un barquito que se dedica a cargar turistas (hay un embarcadero a cada lado de la frontera) y llevarlos hasta justo debajo de la caída de agua. El servicio deja de funcionar durante el invierno, y de hecho nosotros lo tomamos por uno o dos días... ¡pero lo tomamos!

Uno de los Maid of the Mist, abarrotado de turistas luciendo el característico poncho azul.

El logotipo del barco en el embarcadero, justo antes de subir a bordo.

Las vistas de las cataratas son, obviamente, mucho más impresionantes desde el barco. De hecho, hasta luego de montar y estar casi debajo del chorro, todos nos llevamos una especie de pequeña decepción. Luego se compensó con el paseo por el río.

Foto de la caída de agua mientras nos aproximábamos... la cámara de fotos todavía no sabía al grado de humedad al que se iba a exponer.

Como antes señalé, las cataratas hacen frontera entre Canadá y EE. UU. Simplemente cruzando el Rainbow Brigde uno entra en territorio canadiense, lógicamente después de sellar el pasaporte.

Placa mostrando la línea exacta que separa un país del otro. Me gustaría saber la cantidad de fotos que han sido tomadas a este trozo de metal.


La verdad es que las cataratas están mucho más explotadas en el lado canadiense. En la zona de los EE. UU. apenas hay un par de restaurantes de comida rápida, y todo está bastante muerto. Sin embargo, en el lado opuesto del río, la cosa parece más un parque de atracciones, sin tener en cuenta la cantidad de casinos que allí se encuentran.

La noria y demás tiendas de comida. Cruzar la frontera fue, en este caso, como pasar del día a la noche.

Comentando esta curiosidad con algunos americanos, me comentaban que es normal que los canadienses exploten más esa zona, teniendo en cuenta que es el sur del país. Para ser más conciso, dijeron que esa zona es la "Florida" canadiense... y aunque parezca estúpido quizás tengan razón, aunque desconozco el volumen de turistas que visitan Toronto (la ciudad más grande de la zona).

Nótese que las fotos de la línea de división y la de la noria salen como con una especia de niebla en el centro, producto de la condensación del agua entre dos lentes de la cámara. Es lo bueno de que sea antigua, que es dura como una piedra.

Por último, y como ya comenté, hice este viaje con mi familia, así que ahí va la foto pertinente.

Una de las imágenes que pasará a decorar los muebles de la entrada, como recuerdo de la hazaña.