lunes, 15 de noviembre de 2010

Destino: Canadá.

Este fin de semana la cosa se terció bien -muy bien-, y aunque fue un poco una locura de última hora, el caso se que me acerqué al país vecino: Canadá.

El motivo principal del viaje era hacerle una visita a Alexandre, aunque colateralmente, uno siempre aprovecha para visitar lo máximo posible.

Ottawa.

La ciudad en la que él está de intercambio, es la capital de Canadá. No se trata de una megaciudad, como uno se podría esperar, y creo que eso es lo que la hace realmente en especial.

Parlamento canadiense, que por cierto está abierto a visitas, a diferencia del español, que parece estar blindado.


En la misma ciudad, nos encontramos con el Canal Rideau, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y que durante el invierno se convierte en la pista de patinaje más grande del mundo.

Vista de las esclusas. Como se ve, el canal estaba vacío aquel día.

Al ser Canadá un país con dos lenguas oficiales (inglés y francés), es lógico que estas dos se encuentren representadas en la vida pública, especialmente en la capital.

Señal de STOP, en inglés y francés. 

La vida diaria en un ambiente bilingüe no parece ser un problema para los canadienses -éstos no parecen ser tan ignorantes como los gallegos que reniegan de su propia lengua-, y de hecho esta disposición no sólo se ve por parte de la administración, sino también de los comerciantes.

"Abierto", de nuevo, escrito en las dos lenguas.

Para terminar la visita de la ciudad, obviamente, había que probar alguna especialidad culinaria de la misma. En este caso fue una "queue de castor/beaver tail", que se compra en un pequeño puesto en el Marché By/ByWard Market. Su textura y sabor recuerdan al de una torrija. Veredicto: muy bueno.


Montréal.

La visita a esta otra ciudad, ya en Québec, fue más bien exprés. Estuve en ella unas 12 horas, y puedo decir que aproveché bien el tiempo.

Recorrí las calles principales de la ciudad, e incluso tuve ocasión de salirme un poco del centro para visitar zonas como:

- El Mont-Royal: una montaña pegada a la ciudad, desde la que se tiene una vista panorámica impresionante del panorama. Menuda paliza me metí subiendo...

Vista desde el mirador, poco antes de que se hiciese de noche.

- El estadio olímpico: construido para albergar los Juegos Olímpicos de verano del año 1976, lo cierto es que su estructura impresiona aún hoy en día. La zona, por el contrario, es más bien residencial, y lo cierto es que está bastante muerta -o por lo menos eso fue lo que me pareció a mi-.

Vista desde cerca de la parada del metro.

Del centro de la ciudad, lo que más me llamó la atención fueron la cantidad de pasadizos subterráneos que existen -que hacen posible la vida en la ciudad cuando caen las temperaturas en invierno-, y la Basílica de Nuestra Señora de Montréal, lugar en que (tal y como me comentaron) Céline Dion contrajo matrimonio.

Vista del retablo, cuya iluminación lo hace todavía más vistoso.

Por último, toca hablar de comida, lo que en esta ciudad es sinónimo del restaurante "La Banquise". Éste es famoso por su "poutine", un plato que consiste en patatas fritas, con queso fresco en grano y salsa de carne. Vamos, que 0% materia grasa.

Y ahora sí, ya para terminar, dar las gracias tanto a Alex como a sus compañeras de piso, así como a Océane y a Lucile: ¡¡fue un fin de semana inolvidable!!

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